Realmente es ella, la miro fijamente y pienso que ciertamente es ella. Seguro que no tuvo hogar antes de llegar, no tenía un verdadero compañero antes de quedarse aquí en el Atelier durante seis meses. Llegó como marcada, con la cubierta manchada, el pasado sucio y el presente borroso. Era una baika rota del alma. Entre lo frío del hierro la cuidamos, la conservamos entre lo etílico de la pintura. Ahora es una pequeña señora bicicleta, es una dama sin realeza pero con una vida enderezada por las correctas herramientas de aire y caucho. Pasó el invierno en el sótano de la memoria junto a otras personalidades de dos ruedas, de una rueda o sin ruedas. Recobró el color del ánimo, al lado de piezas cromadas, piezas nuevas, piezas de segunda mano. Mañana se irá con su acompañante, un niño de doce años, a dar una mínima vuelta al mundo, comenzar a rodar por las callejuelas y los polvorientos caminos, a dar una minúscula vida al manillar y a los pedales. Hay una salvación para...