Una tarde lluviosa llegó ella, era espigada, tenía altivez pero de la sencilla,en fin, con un aire estudiantil. Se refugió en el taller y se presentó, yo era solo así que conversamos hasta la noche, una aventura de esas pasa más o menos seguido en guardia en el taller, entre cuadros de bicis, entre refacciones de mil formas. Se fue diciendo muchas gracias por la plática, nos volveremos a ver, quizá. Al otro día se presentó, era de nuevo ella, tenía el mismo uniforme escolar pero esta vez seco, en fin, con un aire de visita. Se resguardó en mi corazón y no se movió, yo era solo así que exploramos los caminos del sentimiento hasta llegado el crepúsculo, una aventura de esa manera sucede de vez en cuando en el taller de bicicletas. Se marchó sin decir palabras, sin mencionar cuándo nos reencontraríamos. Las luces de la ciudad se apagaron, así de repente las aves volaron al sur, muy lejos del frío del invierno en la urbe, las cosas inefables vinieron y volvieron como la temporada ante...